Un día cualquiera.
Lunes, 9 de marzo de 2020, un día normal en la vida de cualquier ciudadano. (Fuenlabreño, si nos lees, reconocerás también este día como el tan querido “día de la tortilla”). Padres y madres se despertaron y llevaron a sus hijos al colegio o escuela infantil, los estudiantes de instituto y universidades de la Comunidad de Madrid acudieron a clase como cualquier día, sin saber que a última hora de la tarde, el Gobierno anunciara que dos días después, quedarían cerrados todos los centros educativos de la Comunidad (días más tarde en el resto de España), sin fecha de apertura.
Primer azote.
A partir de este momento surge el caos. Primer azote para las familias, que se sienten abandonadas y poco ayudadas como consecuencia de la falta de conciliación familiar. Incertidumbre.
Los centros educativos también la sienten. La enseñanza no universitaria está diseñada para hacerse presencialmente, pero han de implantar una enseñanza online, que termina siendo poco elaborada, como consecuencia de la inmediatez de la decisión del cierre.
Suerte de tener profesionales de la educación que, por lo general, tienen vocación en su trabajo, y han estado poniendo todo su corazón para que los niños pudieran sobrellevar mejor todo esto.
El método de enseñanza online.
El método de enseñanza totalmente online, hace que aparezca una brecha digital. Las desigualdades económicas de las familias quedan al descubierto. Las más desfavorecidas tendrán menos recursos tecnológicos, necesarios para seguir el curso escolar, y quizá una mala o nula conexión a Internet. También es posible que los estudiantes que provengan de familias con menos instrucción, tengan menos apoyo académico en su casa (si no entiendes la materia, será muy difícil poder ayudar con las tareas escolares). (Cabrera, Pérez, Santana, 2020)
¿Cómo afectará la pandemia a nuestros estudiantes?
Con todo esto, habrá estudiantes que se quedarán atrás respecto a sus compañeros. No van a recibir la estimulación necesaria para su edad de mano de los profesionales de la enseñanza, y todas las familias no van a poder suplir esto. Como consecuencia, al comienzo del nuevo curso escolar, muchos de ellos pueden llegar a sentirse diferentes e inferiores, viéndose tocada su autoestima, con todo lo que esto conlleva (fracaso escolar, altas probabilidades de sufrir acoso, conductas adictivas…)
Pese a que los niños, en principio, son menos susceptibles al virus, estos han estado desde el inicio de la pandemia en el punto de mira, han sido tratados como importantes portadores de la enfermedad, cuando en realidad son los que más ayuda necesitan.
Los niños son una población muy vulnerable, ya que aun no tienen las estrategias y herramientas adecuadas para poder sobrellevar el estrés que ha supuesto la crisis del Coronavirus. Por ello no es difícil que aparezcan graves problemas psicológicos como la ansiedad, crisis de angustia, o duelos mal elaborados. Problemas que de no tratarse a tiempo, se pueden cronificar, haciendo más difícil su tratamiento.
Además hay que añadir que durante el confinamiento, el sedentarismo y la exposición a pantallas aumentó, y que las rutinas, tan necesarias sobre todo en los más pequeños, prácticamente han desaparecido en la mayoría de hogares españoles. Todo esto ha contribuido a que aparezcan problemas de comportamiento, dificultades para dormir, y aumento de discusiones en casa, entre otros.
¿Qué deben hacer los padres y madres en esta nueva normalidad?
El trabajo de los padres ahora es estar alerta, y no pasar inadvertidas señales indicadoras de problemas, y ante cualquier sospecha o duda, consultar a los profesionales de la educación y salud mental.
Les estamos dejando un mundo trastornado. A ellos, que son los que más lecciones de comportamiento nos están dando últimamente. Intentemos que puedan transitar esta mala temporada en paz y armonía.
Isabel Ruiz-Valdepeñas Barahona.
Psicologa Educativa y Social.